¡¡VENGA ESA MANO, PAÍS!!

Hoy mas que nunca esa expresión convocante de Bernardo Jaramillo Ossa cobra vigencia.  Presidente de la UP y candidato presidencial  que con su audacia y carisma le decía al país, y en particular a la izquierda, que a la violencia reaccionaria no se le respondía con violencia revolucionaria. De ahí que murió convencido de que las armas, aquellas, como las de Carlos Castaño, las que lo asesinaron, no eran la fórmula para enfrentar los temas de la injusticia social y menos para abrirse espacios para la democracia.

Por eso, cuando vi la rueda de prensa en la Habana anunciando los acuerdos entre FARC y Gobierno el primero que se me vino a la cabeza fue Bernardo. Mi euforia la compartí con él y alrededor de su más querida y premonitoria canción: “volver, volver, volver”, celebré ese regreso preguntándome qué sugeriría hacer él en las actuales circunstancias.

 

Para empezar, como él decía: “nada de arrogancia, ella no es buena ni cuando se va ni cuando se regresa”. Al ex presidente Uribe hay que hacerle sentir que su finca el Ubérrimo no se va a afectar por este acuerdo. Todo lo bien habido, y que sea de propiedad privada no se tocará. Eso sí, si es una tierra improductiva,  se le hará un programa de desarrollo con enfoque territorial tal como reza el acuerdo. Sus vacas no van a ser bombardeadas, pues en lo que se firmó se establece que ellas tendrán garantías para sobrevivir y reproducirse siempre y cuando se facilite el estímulo a la economía solidaria y cooperativa. Nada de Agro Ingreso Seguro.

 

A  los desconcertados columnistas que hacen del escepticismo toda una partitura de la guerra y una manera de ganarse la vida, hay que ofrecerles nuevas fuentes de empleo. Como por ejemplo a pachito, el “ Santos sin nadita que comer”, quien debería emplearse para asumir el punto que se estableció en Cuba sobre formalización del empleo en el campo. En su papel de nuevo proletario ayudaría a combatir la ley 50, que los desregularizo laboralmente; engendro que se inventó, siendo congresista, Álvaro Uribe.

 

Pero no solamente a ellos hay que convocarlos. También a aquellos que andan promoviendo un reality para escoger cualquier candidato que no se parezca a Juan Manuel Santos. El momento no es para pensar en candidatos. Parafraseando a Clinton diríamos: “es la paz, estúpidos”.  Necesitamos eso sí un Congreso que logre ser mayoría, de todas las tendencias que instrumentalicen los acuerdos. Requerimos un Presidente que garantice  la ruta establecida y acordada y si es el actual, pues no hay que dudarlo.

 

Guste o no, el presidente  Santos dio un salto por la paz que, salvo el proceso de Cesar Gaviria con la Constituyente del 91, no tiene antecedente en el país. Ambos tienen en común haber puesto como representante del Estado en estos escenarios a Humberto de la Calle, capaz de asumir el reto de hacer un proceso de paz a través de la Asamblea Nacional Constituyente, con los mismos que habían secuestrado a Álvaro Gómez Hurtado, que habían asaltado el Palacio de justicia, que habían atentado contra el ex alcalde Jaime Castro y que habían cometido una cantidad de desafueros que rayaban con delitos de lesa humanidad, demostrando que todo proceso de paz  tiene su dosis de impunidad en sus justas proporciones. Y con ellos se hizo la Constitución que nos rige. De la Calle ha sido ecuánime, conciliador, discreto, convocante y no titubea cuando afirma que “nada está acordado hasta cuando todo esté acordado” y que “el pueblo dice la última palabra”.

 

Lograr este primer punto es un avance enorme en otros dos, como quiera que el de las víctimas y el de cultivos ilícitos, tendrán un piso para la discusión que facilitará aún más agilizar este proceso.  

 

El pulso que empieza el próximo 11 de junio, el de la participación política, va a poner a prueba si esas fuerzas conservadoras de la izquierda o de la derecha siguen predominando o, por el contrario, le daremos otra alegría a los militantes que hemos convertido el “venga esa mano país” en un punto de convergencia, que se parezca a Guantanamera, donde la tonada es igual para todos, con letra distinta.

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Una respuesta a ¡¡VENGA ESA MANO, PAÍS!!

  1. Victoria Garavito dijo:

    Bien Lucho por este articulo.

    Yo no diría que lo que hay en un proceso de paz sea una dosis de impunidad, creo que lo que debe haber en estos procesos es un poco de tolerancia, que permita la reconciliación entre todos, por eso la verdad, justicia y reparación debe ser aplicada a todos quienes han sido actores del conflicto, valga decir que esa verdad, justicia y reparación también debe involucrar a los miembros de las fuerzas armadas, pues no existe razón valida que permita que unos reciban beneficios y otros sean condenados, los beneficios para lograr un verdadero proceso de paz deben ser para todos los actores del conflicto, esto permite acabar con las retaliaciones que se pueden presentar con posterioridad a esos acuerdos de paz.

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