Chulos vs. palomas

En medio del formol al que me vi expuesto, fueron reconfortantes los múltiples y diversos saludos que recibí. Valoré y agradecí inmensamente aquellos mensajes de aliento enviados por demócratas y personas convencidas de la paz. Por su parte, los guerreristas de izquierda y de derecha guardaron silencio. Los sectarios de siempre, a diestra y siniestra, no dijeron una sola palabra, quizás esperando a escuchar la noticia de mi “baja” para después mandar una esquela. Pues, para alegría de unos y tristeza de otros, sigo “en pie de Lucho” y continuaré batallando por lo que más he trabajado: la reconciliación entre los colombianos.

Lo de buscar “bajas” no solo lo hacen conmigo. Los “ubérrimos” no dan tregua. Corrieron el rumor de que el general Mora había sido llamado a calificar servicios en la mesa de negociaciones de La Habana; presionaron al presidente Santos para echarle leña a la hoguera de los venezolanos; revivieron el DAS de antaño para chuzar al primer mandatario; usaron dirigentes gremiales para desinformar; les importa un bledo que amenacen y asesinen campesinos que promueven la restitución de tierras que ellos mismos les arrebataron; posan de paladines de los pobres del campo como si no hubieran sido responsables de su crisis; y se volvieron defensores de los sanandresanos cuando, por estar cuidando 42 mil kilómetros cuadrados en el Caguán, dejaron perder casi 80 mil kilómetros de mar colombiano.

Hoy, la extrema derecha combina todas las formas de lucha. Su obsesión no se reduce a atacar al presidente Santos, sino que pretende dar de baja a la paz. Por eso, no nos podemos equivocar quienes hemos luchado para que este país invierta mucho menos en guerra y mucho más en educación y salud. Nunca —léase bien— NUNCA habíamos avanzado como ahora hacia el fin del conflicto. Hacerle juego a la sectaria oposición contra el proceso de negociación es altamente riesgoso. La máxima de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo no puede prevalecer. Como funcionario público no puedo valorar lo que viene en los próximos dos meses, pero nada me impide advertir que renunciar a un país en paz tendría consecuencias inimaginables.

He acompañado a este Gobierno sin ningún interés burocrático o extorsivo. He visto el talante de un Santos que no pide descargas eléctricas para los jóvenes que protestan; un Presidente que, antes que reprimir, dialoga; un convocante y no un disolvente que admite sus fallas sin poses de caudillo o salvador mesiánico. Hoy se impone un gran pacto por preservar lo conquistado en escasos 15 meses de diálogos. Y digo “escasos”, porque son muy pocos frente a los 600 meses que llevamos en guerra. Hay que aislar cualquier boicot. Nadie pide un proceso en el que se silencien las críticas, pero tampoco podemos permitir que ganen los nostálgicos que han tenido por hobby asesinar palomas. Si dejamos que pervivan los chulos que devoran cadáveres, solo alargaremos esta absurda confrontación entre hermanos colombianos.

@garzonlucho

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